VIDEO: https://vimeo.com/289650089
Actuar rápidamente ante un ictus es fundamental a la hora de reducir las consecuencias derivadas de esta enfermedad cerebrovascular. Hablamos con el Dr. Juan Roussos, especialista en neurología del Centro Médico Mútua General de Catalunya, sobre la prevención del ictus, cómo reconocer los síntomas previos y la importancia que tiene la atención médica inmediata.
¿Qué es un ictus? Un ictus es una enfermedad cerebrovascular provocada por una interrupción del flujo sanguíneo que va hacia una parte del cerebro, a la que no llega la sangre. Podemos hablar de dos tipos de ictus:
El ictus isquémico se produce cuando se forma un trombo o un coágulo dentro de una arteria cerebral que interrumpe la circulación de la sangre en una parte del cerebro y origina la lesión de un grupo de neuronas. Esta lesión se denomina isquemia cerebral.
Cuando el coágulo interrumpe la circulación sanguínea sólo durante un breve periodo de tiempo y la arteria vuelve a repermeabilizarse y desaparecen los síntomas, hablamos de un tipo de ictus isquémico más leve llamado accidente isquémico transitorio. Pero si la interrupción se alarga durante un tiempo prolongado, el grupo de neuronas muere y se produce un infarto cerebral, con secuelas mucho más graves que en una isquemia.
Cuando el trombo o coágulo se forma en una arteria fuera del cerebro, como por ejemplo en el corazón, y llega a través del torrente sanguíneo al cerebro, donde causa la lesión neuronal, hablamos de un ictus embólico o de una embolia cerebral.
El otro tipo es el ictus hemorrágico, que es una interrupción del flujo sanguíneo cuando se produce una rotura de una arteria del cerebro. En este caso se produce una hemorragia dentro del tejido cerebral que lesiona una serie de neuronas.
¿Qué puede causar un ictus? Hay varios factores de riesgo que pueden provocar un ictus. Unos son factores no modificables, sobre los que no podemos actuar, como la edad, el sexo, la raza y los antecedentes familiares; y otros son factores modificables sobre los que sí podemos incidir para prevenir el ictus, como la hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol, la obesidad, el tabaquismo, el alcohol o el sedentarismo.
¿Qué síntomas previos tiene? Los síntomas que nos pueden dar un aviso que se puede producir o se está produciendo un ictus son fáciles de detectar: una desviación de la cara (por ejemplo, la comisura bucal de un lado de la cara puede caer hacia un lado), tener dificultad para articular una palabra, notar una pérdida brusca de fuerza en una extremidad, notar hormigueo o tener una pierna o un brazo dormido, un dolor de cabeza muy fuerte, brusco e intenso, la pérdida de visión de un ojo o una sensación vertiginosa, rotatoria e incluso que pueda provocar alguna caída.
Cómo debemos actuar ante un ictus? Es muy importante actuar rápidamente cuando se detectan estos síntomas. Aunque a veces no sean propios de un ictus, ante la duda lo que debemos hacer es acudir a urgencias de inmediato o llamar al teléfono de emergencias, que pondrá en marcha el protocolo del ictus para trasladar al paciente rápidamente a una unidad de atención especializada en ictus de un centro de urgencias,. Es muy importante llegar al hospital durante las tres primeras horas desde el inicio de los síntomas, porque el tratamiento de urgencias es eficaz y puede modificar el curso de este accidente cerebrovascular si se realiza dentro de estas tres primeras horas.
¿Qué tratamiento tiene? El primer tratamiento que se aplica en la unidad especializada en ictus es una fibrinolisis. Se trata de una inyección no venosa de una sustancia que deshace el coágulo que se ha producido dentro de la arteria obstruida y que produce los síntomas. Este tratamiento puede revertir esta patología, repermeabilizar la circulación de la sangre y evitar que se produzcan secuelas más definitivas. Como ya hemos comentado, es un tratamiento que se realiza de urgencias dentro de las tres primeras horas del inicio de los síntomas.
Después, el médico aplicará otros tratamientos dependiendo de qué tipo de ictus se trate. Puede ser un tratamiento con antiagregantes plaquetarios (como la aspirina), que actúan sobre la agregación de las plaquetas y evitan que se forme el coágulo o trombo porque facilitan la circulación de la sangre. O un tratamiento anticoagulante, que además de impedir que se agreguen las plaquetas actúa sobre los factores de coagulación de la sangre manteniéndolos por debajo de lo normal para que sea menos espesa y se facilite la circulación.
Estos tratamientos pueden tener efectos secundarios negativos y producir hemorragias no deseadas, por lo que si se produce una hemorragia cerebral y el nivel de afectación del cerebro pone en peligro la vida del paciente, el tratamiento consiste en la evacuación quirúrgica: resecar y eliminar el hematoma. Si la hemorragia cerebral se debe a un aneurisma que se produce fuera del cerebro, por ejemplo entre las capas de las meninges que lo cubren, el tratamiento consiste en la embolización del aneurisma. Y si no es posible, se debe tratar con cirugía.
En otros casos, simplemente se debe estabilizar hemodinámicamente al paciente, aplicar un tratamiento antiedema cerebral, antiinflamatorios, y esperar la resolución, que normalmente es lenta y tarda varias semanas.
En una segunda etapa, después del tratamiento farmacológico, es muy necesario el tratamiento con rehabilitación física. Las secuelas que ha dejado el ictus, como una falta de fuerza en una parte del cuerpo, la falta de visión o la dificultad de articulación de las palabras, se deben tratar con rehabilitación física o con la ayuda de un logopeda. Esta etapa puede durar semanas o meses, hasta conseguir la máxima recuperación posible.
Fuente: Interès Mutu